Algunas veces se manifiesta como un dolor en el estómago, otras como una punzada en el corazón, o como unas ganas insoportables de llorar a mares, en mi caso es como una presión en el esternón. Si, ese dolor que a veces no parece sanar, que aun cuando lo crees superado te asalta y te trae recuerdos que no necesitas.
Ese dolor, es solo una muestra de aquello que te hirió, aquello que te marcó, aquello que te hizo sufrir, y podrías verlo así, y volverte a desmoronar. Podrías incluso regresar a ese estado de rabia, agitación, tristeza y depresión, pero eso solo querría decir que no lo haz superado. Yo estuve así mucho tiempo, reviviendo en mi mente y en mi corazón aquellas cosas que me afectaron, cosas que no desee, cosas que no debí vivir si se prefiere.
Hoy, no es que me haga feliz haberlas vivido, aun siento ese dolor en el pecho y algunas veces las lágrimas caen, pero también aprendí a agradecerle al dolor pues me recuerda lo fuerte que he sido, lo mucho que he aprendido y la mejor persona en -que a mi parecer- me he convertido. Hoy se que si no fuera por esos momentos, quizás no estaría donde estoy, no habría hecho muchas cosas y posiblemente aun quedarían mas cosas por aprender.
Así que aprendí a perdonar, agradeciendo a esa persona o situación que sacó lo peor de mi pero al mismo tiempo me ayudó a crecer, y aprendí a perdonarme pues entendí que la forma en que viví las cosas era como debían ser con la información que en ese momento tenía, hoy estoy segura de reaccionar mejor pues ya aprendí esa lección.
Termino con esta frase maravillosa de Siddartha Gautama Buda «el dolor es inevitable, el sufrimiento es opcional», y te invito a que vivas tu dolor, siéntelo y aprende de el, una vez lo tengas claro agradécele, quédate con la enseñanza y no sufras mas.
Deja tu comentario
Debe iniciar sesión para escribir un comentario.