Hace mucho tiempo «aprendí esa máxima que dice «todo lo que empieza tiene que acabar» (Una liquidación más), quizás un pensamiento cortoplacista y facilista para dejar de luchar por algo que al final «tenía que acabar», simpática coincidencia con mi trabajo profesional que desarrollo hace largo tiempo.
Sin embargo, he aprendido que para la mayoría es fácil liquidar aquello que considera material pero no aquello que implica sentimientos, recuerdos y afectos. Liquidar una empresa, un contrato se torna fácil para la mayoría pero liquidar una relación, una mala relación o un vicio se hace agotador, dispendioso y algunas veces saca la «peor» parte de cada uno.
Hoy me encuentro en plena liquidación, liquidación de inventario, decidí desempolvar recuerdos viejos, agradecerles y dejarlos libres, limpie la casa de aquello que genera oscuridad, liberé sensaciones que no alimentan el alma, cerré capítulos y vendí los libros, cerré puertas viejas y mohosas y regalé las llaves.
El camino se hizo mas ligero, pues en cada acción alguna lagrima guardada y pesada también se manifestó.
Hoy se que no todo lo que empieza tiene que acabar, pues solo debemos acabar aquello que nos acaba a nosotros mismos.
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