Mi Maestra: la mesa, así se llama este escrito, pues fue el nombre que llegó a mi, luego de terminar la hazaña de heroísmo que acá voy a narrarte.
En la travesía de la vida, a menudo nos damos cuenta de que nada ocurre por casualidad. Los terapeutas comprendemos que el éxito resulta de actuar en armonía con nuestro corazón, alineándonos así con el Universo. También sabemos que los obstáculos inesperados son señales del Universo, indicándonos nuevos caminos o instándonos a superar temores. En estos momentos, el Universo coloca maestros en nuestro sendero, desafiándonos a superar miedos y bloqueos, confiando en nuestra capacidad para vencerlos.
Mi Maestra: la mesa. Descubriendo al maestro a través de desafíos cotidianos
Usualmente, asociamos a los maestros con personas, situaciones o enfermedades que aparecen en nuestro camino sin previo aviso, sacudiendo nuestro mundo. Sin embargo, hace poco descubrí que la maestría puede manifestarse a través de objetos, y te quiero compartir cómo.
Quienes me conocen saben de mi amor por realizar diversas actividades como cocinar, hacer cositas como velas o cuadros, escribir, y ofrecer cursos y talleres. Cada una de estas actividades pone a prueba mi autoconocimiento y me impulsa a descubrir más sobre mis fortalezas. Sin embargo, las tareas de bricolaje y el uso de herramientas como taladros estaban más allá de mi alcance. Me sentía inexperta y, lo que es más, incapaz. Ver un taladro me llevaba a encerrarme en otra habitación para evitar el ruido y el polvo que generaba. Esta incapacidad se traducía en la frustración de no poder colgar cuadros y adornos en mi hogar, creando un recordatorio constante de mis limitaciones.
Hace unos días, adquirí una mesa que, según las instrucciones, venía lista para su uso. La sorpresa llegó cuando la mesa no solo no venía con las patas instaladas, sino que las marcas para el ensamblaje no coincidían. La decisión era devolverla o usar el taladro que había comprado esa misma mañana para que otra persona me instalara un cuadro.
Quise devolver la compra, experimenté la tentación de llorar, pero también anhelaba tener mi hogar decorado a mi gusto.
Era ahora o nunca.
Abrí el taladro sin entender completamente cómo usarlo. Leí instrucciones, investigué rápidamente sobre brocas y me dije a mí misma: «Aquí vamos». Decidí grabar el proceso, una evidencia tangible de mi acto heroico o mi posible fracaso.
La broca se soltó un par de veces, no entendía cómo asegurarla. Volví a leer, rogué a los ángeles para no perder un dedo, para no dañar la mesa, para no hacer un desastre. Finalmente, decidí ponerle fin a un miedo de 44 años. Terminé la tarea, la mesa quedó estable, y en menos de 20 minutos, mi sala estaba completa, mi hogar era como lo había soñado. Pero lo más importante fue la satisfacción de comprender que los límites solo existen en la mente y que el miedo irracional a no ser capaces o suficientes son el verdadero fracaso. Mi maestra resultó ser la mesa, enseñándome que, sin importar cuán pequeño sea el momento o cuán grande sea el bloqueo, siempre podemos superarlo si así lo decidimos.
Hoy te invito a reflexionar: ¿Cuál es tu «mesa»? ¿Quién es tu maestro de vida? ¿Qué enfermedad, situación o desafío te impulsa a salir de lo conocido para descubrir tu verdadero potencial?
Comenta y cuéntame que opinas.
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